La vida puede llegar a secarse, tanto como una áspera roca en pleno sol del verano. Lo bueno y lo malo se entremezclan, de tal forma, que parece hasta vomitiva esa masa careciente de uniformidad. No se sabe, ella no lo sabe...Ya no sabe lo que es, lo que fue y lo que será... Llegó un punto en el que todo se mezcló y la dejó sin aliento... Robando aire para respirar, aire que ya no es suyo, que no es de nadie.
Esa mezcla ha provocado confusiones, náuseas. Bien dicen que solo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar. Ella lo dió todo, dió más de lo que podía, y realmente de lo que debía entregar... Su cuerpo, su alma y su corazón. Sí.
Hubo grices, sombras que se dibujaron en el horizonte, y alguna vez el sol pareció asomarse a lo lejos. Ella se alegraba, gozaba esperanzada, pero luego las sombras hacían su entrada triunfal, imponiendo su magnitud sobre sus cabezas.
Tuvo miedo, miedo de que todo se arreglara, miedo de por fin lograr lo que buscaba y no conformarse con ello. Por eso prefirió hacer de cuenta que no existía solución, siempre con esa nauseabunda sensación de estar perdida, sin salida por lugar alguno, conocido y por conocer.
Se desahogaba con tinta y papel, eran sus acompañantes en el delirio, en la desesperación y la falta de aire. La respiración volvía poco a poco, lenta y suave, con un cierto aire de timidez...Como si fuera un aire sagrado el que respiraba, como si tuviera que pagar por él.
Sintió que perdía el control, ya nada era tan fácil como antes, nada tenía sentido alguno, todo había cambiado. Cambió en el segundo en el que ella cerró sus ojos, llenos de pesadas lagrimas, y los volvió a abrir, para dejarlas salir. Dejarlas rodar por sus mejillas suaves, que dejaron de sentir caricias hace ya un tiempo. No se sabe cuanto, a pesar de que nunca dejaron de recibirlas.
Dos corazones, palpitando al unísono, pero uno de ellos sin sentir, sin vivir, adormecido por esa sensación extraña, de falta de sentir...
Lloró. Sin embargo fue un llanto seco, áspero, y finalmente falso. Fue en ese preciso instánte, que todo sentir que pudo haber estado allí algún día, se esfumó. Todo estaba seco de nuevo, su corazón volvió a su estado original. El costo: otro corazón partido, sangre y llanto.
Esa mezcla ha provocado confusiones, náuseas. Bien dicen que solo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar. Ella lo dió todo, dió más de lo que podía, y realmente de lo que debía entregar... Su cuerpo, su alma y su corazón. Sí.
Hubo grices, sombras que se dibujaron en el horizonte, y alguna vez el sol pareció asomarse a lo lejos. Ella se alegraba, gozaba esperanzada, pero luego las sombras hacían su entrada triunfal, imponiendo su magnitud sobre sus cabezas.
Tuvo miedo, miedo de que todo se arreglara, miedo de por fin lograr lo que buscaba y no conformarse con ello. Por eso prefirió hacer de cuenta que no existía solución, siempre con esa nauseabunda sensación de estar perdida, sin salida por lugar alguno, conocido y por conocer.
Se desahogaba con tinta y papel, eran sus acompañantes en el delirio, en la desesperación y la falta de aire. La respiración volvía poco a poco, lenta y suave, con un cierto aire de timidez...Como si fuera un aire sagrado el que respiraba, como si tuviera que pagar por él.
Sintió que perdía el control, ya nada era tan fácil como antes, nada tenía sentido alguno, todo había cambiado. Cambió en el segundo en el que ella cerró sus ojos, llenos de pesadas lagrimas, y los volvió a abrir, para dejarlas salir. Dejarlas rodar por sus mejillas suaves, que dejaron de sentir caricias hace ya un tiempo. No se sabe cuanto, a pesar de que nunca dejaron de recibirlas.
Dos corazones, palpitando al unísono, pero uno de ellos sin sentir, sin vivir, adormecido por esa sensación extraña, de falta de sentir...
Lloró. Sin embargo fue un llanto seco, áspero, y finalmente falso. Fue en ese preciso instánte, que todo sentir que pudo haber estado allí algún día, se esfumó. Todo estaba seco de nuevo, su corazón volvió a su estado original. El costo: otro corazón partido, sangre y llanto.
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