lunes, 15 de noviembre de 2010

Lo que nunca tuve...

¿Cómo es que usted, que me dio la vida, me puede hacer tanto daño? ¿Cómo es que hay en su mente tanta maldad? ¿Será que no le enseñaron cuando era niña que padres e hijos se deben, querer, proteger y respetar? No entiendo cómo es que usted no siente esa conexión, ese lazo que dicen y según entiendo debe existir entre nosotras… Y lo pienso así porque a decir verdad, yo nunca lo sentí. Siempre me hicieron pensar que estaba bien, que éramos un trío perfecto que podía vencerlo todo, un trío contra la adversidad. Usted y él así me criaron, o quizás eso fue lo que yo, tan solo yo, quise imaginar.

No puedo quitarles todo el crédito, porque gracias a ustedes estoy aquí, es gracias a ustedes que soy persona, que soy mujer, pero es también gracias a ustedes que tengo miedo, que le temo a todo y me hago la valiente. Es gracias a usted que me hago la fuerte, porque usted me enseñó que era débil llorar. Siempre me dijo que mis lágrimas son una maniobra, que desde pequeña esa táctica me ha servido. No entiendo por qué usted nunca ha entendido que si lloro es porque viene de mi corazón.

Una muñeca, un helado, un chocolate, la niña ya estaba feliz. ¿Qué más hace falta para consolar a un niño? De mi infancia los recuerdos desconozco, tan solo una que otra foto me hace transportarme al momento de su captura, pero más allá de ello mi mente no puede recordar.

Ustedes dicen que me dieron todo, todo lo que pudieron darme, quizás fue cierto y más bien ahora que crecí espero algo más. Es cierto que fui criada diferente, que sus infancias fueron más difíciles que la mía, que eran tiempos duros y que nadie los apoyó a ustedes, que se abrieron camino en la vida. Sin embargo, estoy segura de que tuvieron más apoyo familiar del que yo tengo ahora. Admito que lo material no me ha faltado, que se han sacrificado para darme lo que pueden, pero no es lo material lo que me falta ahora, lo que me aniquila como una llaga en mi pecho y no me deja dormir. No es eso lo que produce la humedad en mi almohada, ni mis ojos hinchados al despertar.

Un gesto de cariño es lo que me hace falta, una mirada siquiera, de comprensión, tan solo para decir que están ahí. Soy una extraña entre cuatro paredes, un fantasma que deambula, pero es invisible. Estoy aquí, pero es como si no viviera.

¿Por qué pretender que todo está perfecto? Para qué aparentar al salir de esta casa, si, es una casa, no un hogar. A veces no hace falta salir, basta con tener visitas, de repente todo se vuelve impecable, yo en una burbuja y usted en otra. Nadie tiene por qué enterarse, que sea nuestro pequeño secreto. Lo gracioso es que usted vive como si no sucediera, como si fuera yo la del problema. Eso es verdaderamente una sonora carcajada en mi cerebro, carcajada bizarra que se traduce en llanto cuando intenta salir de mi cabeza.

“La familia es la única que siempre está ahí cuando todo se derrumba. La familia nunca falla.” Está grabado en mi cerebro desde que tengo memoria, de su boca salieron esas palabras, mas no de su corazón. Usted también es mi familia ¿Sabía? Es una lástima que ya lo olvidó…

1 comentario:

Elefante dijo...

Compañera, su post me llego al alma. Cierto que los tatas de uno, en los tiempos en que fuimos criados, y me imagino que somos contemporaneos (yo soy modelo 84), se preocuparon mucho mucho, muchiiisimo por lo material, pero siempre se añora aquello que uno no tuvo: un abrazo, una palabra de aliento, en "lo quiero".
Lo unico que me compete es aconsejarle que no se atormente por la ausencia de lo que nunca fue, que vea hacia adelante y tenga la certeza de que usted es producto no solo de los genes, si no tambien, de las actitudes de aquellos que la vieron crecer.

No se rinda ante el pasado, mas bien, ganele al presente y adueñese de su futuro.