Dentro de una galería, vemos nuestro reflejo de diferentes formas. Un espejo puede ser engañoso. Todo depende de la iluminación, del ángulo con que se mire uno mismo dentro del espejo.
Los colores de un mundo se ven a través de espejos también. Todo depende del estado de ánimo, de una situación concreta, del filtro que ponemos en nuestros ojos ese día, en ese preciso instante. Tal vez el mundo un día si llegue al tono rosa, eso sí, si ella lo permite.
Nunca hay que dejar que un segundo o un tercero arrebase los límites y quiera tirar pintura encima del tono que elegimos. Con cuidado debemos elegir un tono, sanar nuestras propias heridas. Determinar el presente y el futuro.
Hay días en los que el mundo se vive en colores vivos. Otros días lo vemos en escala de grises. Los recuerdos en un tono sepia, más encendido cuando son agradables, más opaco y nublado cuando intentamos meterlos en un baúl para no dejarlos salir. Engañarse a uno mismo? Aveces sí, en cierto modo sí... Sin embargo es tan solo ver una parte del reflejo, la parte que tiene color.
La felicidad está en nuestras manos, tan solo hay que tener la paleta de colores adecuada y no permitir que nadie más arruine nuestro lienzo. Fuerza? Si. Dejar o no una coraza impenetrable? Eso depende de que tan vulnerables y suceptibles somos a las situaciones. La coraza no permite que nadie se acerque al lienzo... Pero qué pasa cuando ese alguien es un maravilloso pintor? Qué pasa si puede ayudar a que el cuadro de la vida sea más estético, más hermoso?
No hay que ser extremista; todo extremo es malo. La luz seguirá brillando a pesar de los colores oscuros. A estos colores les dará tonos más vivos, con un cambio de iluminación. El reflejo de uno mismo es tan solo lo que queremos que sea.